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El cielo y la tierra

En bicicleta o en avión, el combustible es el mismo. Hablamos con José Valdivia y Matías Martínez sobre sus pasiones fuera del trabajo.

Salvando algunas distancias, al ciclismo y a la aviación los une el mismo principio: creer que todo es posible si superamos paradigmas y bloqueos mentales. José Valdivia, Operations Manager en Reynosa, México, le regaló a Tecpetrol Hoy una precisa metáfora sobre la pasión, aplicada en este caso a su hobby del ciclismo, pero trasladable a cualquier actividad: “¿Cómo afronto las adversidades? Igual a como encaro las subidas: plato chico adelante y plato grande atrás, irás un poco más despacio, pero firme. Llegarás a la cima, donde te espera la bajada u otra nueva cima para conquistar: ambas serán tu recompensa”.

¿Esfuerzo? ¿Dedicación? Eso le costó a Matías Martínez, IT Regional Sr. Manager en Neuquén, Argentina, cumplir su sueño. “Desde chico quise pilotear un avión. En Comodoro Rivadavia, un compañero piloto me invitó al aeroclub. Ese día me volví loco. Fue espectacular. Volamos veinte minutos y cuando bajé dije yo quiero hacer esto”. Dos años le tomó cumplirlo: “En febrero de 2019 regresé como Jefe de IT. Estudié mucho y me preparé para el primer día, que fue espectacular, tuve un briefing, me familiaricé con la cabina, con el avión… y ahí volé por primera vez, con mi instructor al lado”.

En la cabina, o con las manos en el manubrio.Lo importante es avanzar.

A veces la pasión te persigue toda tu vida y a veces la encuentras un día cualquiera, a la vuelta de la esquina. José tuvo un flechazo: “Un día salí a la oficina y vi a un grupo de ciclistas que llegaban a su punto de partida, se reían, conversaban, llenos de lodo, desenchufados, y yo dije esto es para mí. Al sábado siguiente estaba ahí”.

Superar paradigmas. Aprender. Eso hizo José. “Cuando llegó el día me di cuenta de algo: todos eran muy pros. Yo pedaleé con el líder, que tuvo la delicadeza de acompañarme a un ritmo muy suave. Separados del grupo, me motivaba a seguir adelante y no parar. Ese día fui feliz. Hice unos veinte kilómetros y me dolía hasta el alma”. A Matías le sucedió lo mismo: "Cuando llegué a la cabecera de la pista, después del briefing, el instructor me dijo: potencia a fondo y salimos. Lo miré con tal cara de susto que agregó: si vos tenés miedo que nunca volaste, imaginate yo que me estás llevando. Nos reímos y ahí me relajé, puse potencia a fondo y despegué por primera vez".

Y un día pasó lo mejor. Matías no lo olvida más. Llovía. “Me subo solo al avión, muy nervioso. Me concentré en el chequeo general. Y luego comencé: puesta en marcha, rodaje a cabecera, todos los movimientos para entrar a la pista. Pedí autorización e hice el checklist final. Apunté hacia el oeste, muy concentrado en hacer las cosas bien y despegué. Ahí, ya en el aire, lo empecé a disfrutar. Había volado solo”.

José tampoco se olvida más de su primer gran hito. “La noche anterior a mi primera salida larga me costó dormir. Cuando estaba por arrancar, por un momento pensé que no lo logaría. Pero llegó el momento en que supe que iba a superar los cien kilómetros y los que viniesen. Para eso me había preparado: fue una conexión perfecta entre mente y cuerpo… Si tus pensamientos te dicen que no puedes, simplemente no podrás, pero si los superas, harás eso y más”.

De eso se trata. De llegar al horizonte… para descubrir uno nuevo. Metas que se logran cuando la pasión es el lazo invisible que une al esfuerzo y a la preparación. En el aire o en alguna ruta de nuestro continente, Matías y José tienen mucho más en común de lo que parece.

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