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La hermosa superficie del agua

Ella nada en el mar de Comodoro Rivadavia. Él navega los lagos de la Patagonia argentina. Son Magalí Almonacid y Santiago Dondi. Acá, sus historias.

No pueden pensar sus vidas sin corrientes ni mareas. Magalí, Administration Control Jr. Analyst en El Tordillo, es nadadora en aguas abiertas desde los dieciséis años aunque practica desde la infancia. Santiago, Operational Planning Expert en la cuenca neuquina, navega veleros desde la adolescencia y hace unos ocho años lo hace con continuidad, carnet de timonel incluido.

“Al principio no me animaba al mar, así que empecé a competir en pileta en torneos provinciales, patagónicos, nacionales, algún viaje a Chile. Me iba bien, ganaba trofeos, pero mi gran sueño era siempre el mar. Le tenía un miedo irracional: que apareciera un lobo marino, ya que en Caleta Córdoba hay, y nadando muy cerca. Con el traje podrían pensar que yo era uno de ellos, ya que son muy curiosos. Hasta que un día me animé”, sonríe Magalí.

Santiago, por su parte, es un marinero desde joven: “Empecé en la adolescencia con pequeños barcos. Viví en varios lugares por el trabajo de mi padre: Santa Fe, Bahía Blanca y finalmente Comodoro Rivadavia, lugares donde el agua está muy presente. En Comodoro empecé el curso de timonel, hasta que llegó la pandemia y estuve un año sin entrar al agua. Sufrí, por suerte pasó rápido y pude volver a uno de mis lugares favoritos en el mundo”.

Unidos por algo muy fuerte.Santiago y familia, Magalí.

Magalí tuvo más suerte: no dejó de disfrutar los desafíos del mar. “Hay otra adrenalina. En la pileta es más racional, tenés los metros contados. El mar es más competitivo. No te das cuenta de que te cansaste, no tenés frío, te da una fuerza extra”, dice. También le gusta el triatlón en equipos: “Hace poco hicimos un natatlón con Gilda Muñoz, compañera en El Tordillo”.

Santiago reflexiona un momento sobre ese tiempo alejado del agua y continúa con su relato: “Navego un Pampero llamado Bravucón. Pampero es una categoría de competición con carreras que suman hasta noventa veleros. Siempre que puedo participo, voy a Entre Ríos, a Chascomús, al lago Mari Menuco en Neuquén. Una de las cosas que más me gustan es navegar con mi familia, por supuesto que con ellos vamos en modo recreativo y hacemos paseos largos por el lago Pellegrini, que es donde está mi velero”.

Hay amor por el agua, por esos atardeceres únicos. A Magalí y a Santiago los une Tecpetrol, la pasión por las corrientes y las mareas y la forma de enfrentar los obstáculos: “Los miedos y desafíos los encaro siendo cabeza dura, pensando en todo lo que trabajé, lo que hice, recordándome que soy capaz”, dice Magalí, y Santiago no puede menos que adherir: “La manera de enfrentarme a ellos es identificarlos, analizarlos, y estar preparado”.

No se ven sin hacer lo que más aman. Magalí: “En el mar me siento libre, fuerte y capaz de lo que sea. Ahí la mente solo se enfoca en el momento y me siento excelente. Nado cómoda y segura de que lo estoy haciendo bien”. Santiago cierra: “Para mí, navegar sigue siendo todo un desafío. Aprender todo para llevar mejor el barco y perfeccionar la navegación. En esta pasión que me acompaña desde chico, me gustan tanto la competencia como la travesía. El de la náutica es un mundo con gente muy buena, con una camaradería impresionante”.

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